Por el año de 1962 los Misioneros Redentoristas llegaron a Manizales, con el fin de construir una casa que acogiera a los jóvenes que terminaban sus estudios de bachillerato y deseaban seguir su vocación religiosa y sacerdotal. Con una reconocida experiencia en Sevilla (1917) y Popayán (1954), la Comunidad continuó con su prioridad de motivar a los jóvenes en su formación integral.
El contexto histórico, social y eclesial vivido en aquellos años, cambió de modo vertiginoso. La renovación eclesial que trajo el Concilio Vaticano II, la reforma que tuvieron las reglas y normas de la Comunidad Redentorista, el reclamo de aquellos años por una Iglesia más consciente de su papel en medio de situaciones de pobreza y desigualdad, produjeron una reducción del número de vocaciones que hicieron pensar en la continuidad de la obra emprendida. Por eso, pronto se obtuvo por parte del Estado, el reconocimiento del Colegio como una institución educativa que prestaba sus servicios a los jóvenes del Eje cafetero, en la modalidad de seminaristas internos y externos.
En 1975, el Colegio abrió sus puertas a otros jóvenes que buscaban una educación de calidad, a la vez que albergaba a todos los que deseaban seguir a Jesucristo en la Comunidad Redentorista. Salvo algunas excepciones, el Colegio ha mantenido su razón de ser, en cuanto esta obra no se entiende sin la motivación y formación que brinda a jóvenes que desean ser sacerdotes misioneros redentoristas.
A su vez, el Seminario ha continuado su labor para que los jóvenes puedan clarificar y fortalecer su vocación religiosa, sacerdotal y misionera, mientras culminan los tres últimos años de bachillerato. No es una tarea fácil. Primero, por las circunstancias personales y familiares de cada candidato y las expectativas que traen consigo; segundo, por los retos que una formación de menor calidad, que lamentablemente se vive en toda la nación, suscita al nivel de la formación del Colegio Seminario Redentorista; y tercero, por la importancia de confrontar la experiencia vocacional de cada uno con la que el mismo Jesús en su Evangelio nos señala e invita a practicar. A todos estos retos la Comunidad redentorista brinda varias oportunidades: un acompañamiento vocacional, una vida espiritual asidua, actividades extracurriculares en lectura, inglés y otros, entrevista personal, acompañamiento psicológico, caminatas, deportes, momentos de integración, retiros espirituales, etc.
Desde hace dos años, el Seminario cambió su nombre para hacer homenaje a un beato redentorista que murió siendo director del seminario menor en Alemania; por eso ahora lleva el título de Seminario Menor Beato Gaspar Stanggassinger, quien además es patrono de todos los formadores y formandos redentoristas en el mundo entero.
Ante esta obra, es importante que directivas, cuerpo docente, padres de familia y demás miembros de la Institución, tomen conciencia de las acciones que afectan la vocación de los jóvenes seminaristas. En la medida que nuestro Colegio sea semillero de vocaciones a la vida consagrada y laical, veremos como el Evangelio se va concretando en cada clase, en cada actividad.
En los próximos años, a modo de meta, los Redentoristas deseamos que cada estudiante y seminarista en particular sea testigo de Jesús Redentor para estar dispuestos a vivir la solidaridad en este mundo herido. Esta tarea será posible si cada familia del Colegio se propone ser promotor vocacional -que va más allá de la vida sacerdotal y religiosa- y si experiencias tan importantes como el Seminario Menor ayudan a los jóvenes a orientar mejor sus vidas para entregar sus mejores años al servicio de sus hermanos.
SEMINARIO MENOR BEATO GASPAR STANGGASSINGER